miércoles, 13 de agosto de 2014

tres poemas





Qué fuimos a ver Simón?

 ¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?

                                                                    Evangelio de San Mateo

¿Qué fuimos a ver, Simón, al otro lado del océano,
al otro lado de las nubes, arriba y debajo,
sino hombres que nos esperaban tranquilos
deteniéndonos con el esfuerzo mínimo que requiere
tensar un hilo de globo, patear hormigas,
levantar un insecto entre los dedos
y dejarlo caminar mientras la mano gira
brindando un nuevo horizonte tan efímero y cercano
como una cinta cerrada en sus dos puntas,
cinta de Moebius.
¿Fuimos, Simón,
adultos analfabetos de la gracia que no entendían nada,
nada de nada, los arrebatos de sí mismos?

Los reyes de los barrios marginales,
el kapanga de Villa Dálmine, el barrabrava de Boca
y los negros murgueros
cayeron detenidos por las manos predicadoras,
impotencia funcional de rodillas, tétrada de Celso.

Luego volviendo al sitio de origen
de su emperramiento e ignorancia, llenos de excusas,
contando lo poco que faltó, lo injusto,
hicieron alarde de un golpe fuerte, porque así somos, Simón,
gente que desborda fuerza, y es tan bruta
que no comprende siquiera el fracaso.


Nunca decías sí

   Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que
   lo que pasa de aquí viene del Maligno
                              Evangelio de Mateo


Nunca decías: sí.
Sólo un silencio mientras yo creía.
Porque te dijeron que un sí, debía ser un sí,
y todo lo que se dice de más
está bien para matar el tiempo, para convencer gente,
¿pero los no?
Los no deberían haber sido no.,
y fueron banquinas inundadas,
halos de soberbia
que decantaron hasta ser otros, distintos.
Yo siempre tuve un sí para las cosas, y los sueños,
pero como caída en la zozobra,
en la penumbra, el aburrimiento y la desesperanza,
sólo me quedan los no,
que son no, con tanta crudeza
como el más contundente bloque de cemento fraguado
en el gélido invierno de Rawson.
 



Simón que nos decías…

Sígueme y deja que los muertos entierren a los muertos.
Evangelio de Mateo


Simón, que nos decías:
Ustedes eligen: ser cola de león o cabeza de ratón.
Cola de león: pelos endurecidos por el estiércol, rey
que se espanta las moscas y deja su oficio caudal
de a ratos a la intemperie.
Cabeza de ratón: apéndice cefálico, materia gris
dentro de una calavera, humus del ser omnívoro e inteligente.

Ser cola de león, o cabeza de ratón,
significan ahora lo mismo para mí
porque tus opciones
ya no son las únicas, Simón.
Yo quería ser parte del gran animal, de lo grandioso,
pero no lo entendí entonces: sólo podía
y puede conformarme
ser la testa, la voracidad, la musculatura toda, y el esperma
del animal más feroz sobre la tierra.



Marina Serrano
(Quequén, Buenos Aires, 1973)

Es Licenciada Kinesióloga Fisiatra, UBA. Participó en la antología de poesía argentina: Hotel Quequén (Sigamos enamoradas, 2006Publicó en poesía: “Formación hospitalaria” (2006) y “La diástasis de las tibias largas” (2008); ambos libros en la editorial Sigamos Enamoradas. ). Recibió una mención en el “II Premio Internacional de Poesía Revista Prometeo para Libros Publicados en Lengua Castellana” (XVI Festival Internacional de Poesía de Medellín 2007).


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