Elsa
Felisberto Hernández
I
Yo no quiero decir cómo es ella. Si digo que es
rubia se imaginarán una mujer rubia, pero no será ella. Ocurrirá como con el
nombre: si digo que se llama Elsa se imaginarán cómo es el nombre Elsa; pero el
nombre Elsa de ella es otro nombre Elsa. Ni siquiera podrían imaginarse cómo es
una peinilla que ella se olvidó en mi casa; aunque yo dijera que tiene 26
dientes, el color, más aun, aunque hubieran visto otra igual, no podrían
imaginarse cómo es precisamente, la peinilla que ella se olvidó en mi casa.
II
Yo quiero decir lo que me pasa a mí. ¿Y saben para
qué?, pues, para ver si diciendo lo que me pasa, deja de pasarme. Pero
entiéndase bien; me pasa una cosa mala, horrible: ya lo verán. Sé que por más
bien que yo llegara a decirla, ocurrirá como con la peinilla y lo demás; no se
imaginarán exactamente cómo es lo malo que me pasa; pero el interés que yo
tengo es ver si deja de pasarme tanto lo malo que se imaginarán, lo malo que en
realidad me pasa.
III
Elsa no es precisamente una de las tantas muchachas
que no me aman: ella no me amará dentro de poco tiempo, porque ahora ella me
ama. Nos hemos visto muy pocas voces; ella está muy lejos; nuestro amor se
mantiene por correspondencia; pero yo tengo la convicción, yo afirmo
categóricamente, yo creo absolutamente -ya explicaré ampliamente por qué tengo
esta fiebre de afirmar- yo vuelvo a afirmar que dada la manera de ser de ella,
dejará muy pronto de amarme, porque ella no podrá resistir el amor por
correspondencia. Yo sí, pero ella no.
IV
De lo que ya no existe, se habla con indiferencia o
con frialdad; pero yo hablo con dolor, porque hablo antes de que deje de
existir y sabiendo que dejará de existir: recuérdese cómo lo afirmé.
Cuando espero algo, siento como si alguien -llámese
Dios, destino o como quiera- tratara de demostrarme que la cosa que espero no
llega o no ocurre como yo esperaba. Entonces, cuando yo tengo interés en que
una cosa no ocurra, empiezo a pensar que ocurrirá, para burlarme de ese alguien
si la cosa llega u ocurre, para hacerle ver que yo la preveía; y él por no dar
su brazo a torcer no me da ese gusto y la cosa ocurre; pero he aquí que al
final triunfo yo, porque precisamente lo que más deseaba era que no ocurriera.
También debo decir que ese alguien suele sorprenderme dejándose burlar, y que
yo triunfe aparentemente y quede derrotado íntimamente: pero esto ocurre las
menos de las veces.
Para ser franco, diré que yo no creo en ese alguien, que a ese alguien lo creamos, y para crearlo lo suponemos al revés y al derecho. Pero cuando nos encontramos frente a un gran dolor, volvemos a pensar al revés y al derecho por si llega a ser cierto que existe. Ahora yo pienso que a lo mejor existe, y que a lo mejor no da su brazo a torcer, y por llevarme la contra hace que no ocurra lo de que ella deje de amarme, puesto que yo afirmo que ocurrirá. Así mismo tengo temor de que ese alguien se deje vencer y la cosa ocurra como en las menos veces: pero yo tengo más esperanza del otro modo: al revés que al derecho. Tendría esperanza aun cuando viera que estoy a punto de que ella no me ame; pues con más razón tengo esperanza ahora que ella me ama normalmente.
Bueno, en total quiero dejar constancia de que tengo la convicción, de que afirmo categóricamente, y que creo absolutamente, que Elsa se diferencia de las demás muchachas, en que ninguna de las otras me ama, y que ella dejará muy pronto de amarme.
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