jueves, 21 de marzo de 2013

El artista perfecto

LeoFDK 2013



El artista perfecto


Clarice Lispector




No me acuerdo bien de si es en "Les donnés immediates de la conscience" que Bergson habla del gran artista que sería aquel que tuviéramos sólo uno sino todos los sentidos liberados del utilitarismo.
El pintor tiene más o menos liberado el sentido de la visión; el músico, el sentido de la audición. Pero aquel que estuviera completamente libre de soluciones convencionales y utilitarias vería el mundo o, mejor, tendría al mundo de un modo como jamás artista alguno lo tuvo. Quiero decir, totalmente y en su verdadera realidad.
Eso podría plantear una hipótesis. Supongamos que se pudiera educar, o no educar, a una criatura, tomando como base la determinación de conservarle los sentidos alertas y puros. Que no se le dieran datos, sino que sus datos fueran sólo los inmediatos. Que ella no se habituase.
Supongamos también que, con el fin de mantenerla en el campo sensato que le sirviera de denominador común con los otros hombres, se le permitiera cierta estabilidad indispensable para vivir, se le dieran unas pocas nociones utilitarias: pero utilitarias para que sean utilitarias, comida para ser comida, bebida para ser bebida. Y en el resto se la conservara libre. Supongamos entonces que esa criatura se volviera artista y fuera artista. Surge el primer problema:
¿sería artista por el simple hecho de esa educación? Es de creer que no, arte no es pureza, es purificación, arte no es libertad, es liberación. Esa criatura sería artista desde el momento en que descubriera que hay un símbolo utilitario en la cosa pura que se nos da. Haría arte, sin embargo, si siguiera el camino inverso al de los artistas que no pasan por esa imposible educación: unificaría las cosas del mundo no por su lado de maravillosa gratuidad sino por su lado de utilidad maravillosa. Se liberaría. Si pintara, es probable que llegara a la siguiente fórmula explicativa de la naturaleza: pintaría un hombre comiendo el cielo. Nosotros, los utilitarios, aún logramos mantener al cielo fuera de nuestro alcance. A pesar de Chagall. Es una de las pocas cosas para la que todavía no servimos.
Esa criatura, convertida en hombre-artista, tendría, pues, los mismos problemas fundamentales de alquimia.
Pero si ese hombre, ese único, no fuera artista —no sintiera la necesidad de transformar las cosas para darles una realidad mayor—, no sintiera, en fin, la necesidad de arte, entonces cuando hablara nos espantaría. Diría las cosas con la pureza de quien vio que el rey está desnudo. Nosotros lo consultaríamos como ciegos y sordos que quieren ver y oír. Tendríamos un profeta, no del futuro, sino del presente. No tendríamos un artista. Tendríamos un inocente. Y el arte, imagino, no es inocencia, es volverse inocente. Tal vez sea por eso que las exposiciones de dibujos de niños, por más bellas, no son propiamente exposiciones de arte. Y es por eso que si los niños pintan como Picasso, tal vez sea más justo alabar a Picasso que a los niños. El niño es inocente, Picasso se volvió inocente.


Fuente: Clarice Lispector “Descubrimientos”. Crónicas inéditas p. 117- Adriana Hidalgo Editora Bs. As. (2010)

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