miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ecofilosofía por Skolimowski II


Una filosofía para el siglo XXI (parte II)



Por Henrik Skolimowski



Las características de la ecofilosofía

I. La ecofilosofía está orientada hacia la vida: en contraposición con la filosofía actual, que está orientada hacia el lenguaje. La vida no es un cáncer terminal, como sostienen ciertos practicantes de la medicina, sino un fenómeno positivo con fuerza y belleza propias. Aquellos que no pueden reconocer el vector positivo de la vida ya se han apartado de día y se han dejado arrastrar hacia el abismo.

Nosotros no tenemos que justificar nuestra predilección por la vida, pues ¿qué es más importante que tomarse la vida en serio? indudablemente, el peso de la prueba recae sobre los filósofos analíticos. Son ellos quienes deben justificar qué utilidad tiene para la vida su filosofía. Nosotros tratamos de no preocuparnos por ello ni les solicitamos que den alguna vulgar justificación pragmática de la filosofía, ni se les dice: "muéstrenme cómo afectan mi vida sus enseñanzas o sino les pego un tiro". Pero, a largo plazo, alguna justificación debe darse. Una obvia, que dan los filósofos actuales, es la que consiste en sugerir que la filosofía basada en el lenguaje amplia el alcance de nuestros conocimientos sobre el lenguaje y el mundo, y de tal modo asegura cultura y provee mejores herramientas para vivir. Sin embargo, ese de tal modo constituye un gran salto; se trata en realidad de un articulo de fe, no de una conclusión lógica. Toda la justificación se viene abajo si, y desde el momento que, observamos que, por la influencia de este conocimiento supuestamente superior provisto por la ciencia y la filosofía científicamente orientada, desembocamos en las peores patologías ecológicas, sociales e individuales. El quid de la cuestión es que los filósofos académicos, en su enfrascamiento (o quizá debiéramos decir en su aislamiento), muy a menudo ni siquiera se molestan en dar justificación alguna para su filosofía.

La filosofía está en los programas universitarios. Y para ellos esto ya es suficiente. No obstante, la vida tiene sus propios modos de vengarse.

La filosofía es esencialmente pública y social. Tarde o temprano, la vida, por medio de la sociedad o de algunos individuos impertinentes, preguntará "¿qué estás haciendo, y para qué sirve?" A veces esta pregunta es planteada a los filósofos en forma amable e indirecta, a veces en forma violenta, como ocurrió en 1976 en la Universidad Rockefeller, cuando cuatro distinguidos filósofos fueron baleados.
Por consiguiente, no necesitamos justificamos por sostener que queremos una filosofía que mejore la vida, ya que toda filosofía tiene una única justificación, el mejoramiento de la vida. El hecho de que haya una montaña de reflexión analítica para el autorregodeo, y que muchos filósofos estén completamente enterrados bajo esa montaña, no significa nada excepto que existe tal montaña de reflexión analítica. No negaremos que buena dosis de brillantez, ingenuidad y esfuerzo tenaz se ha desplazado hacia esas aventuras analíticas, pero eso no nos impide expresar que buena dosis de todo ello fue energía malgastada debido a que la filosofía se autoencerró en un cul-de-sac hermético.


II. Ecofilosofía significa compromiso con los valores humanos, con la naturaleza, con la vida misma; mientras que la filosofía existente manifiesta su compromiso con la objetividad, con el desapego, con los hechos. Todas las formas vitales están comprometidas. La vida, en tanto fenómeno ontológico, no admite objetividad ni desapego. La objetividad es una ficción de la mente humana; no existe en la naturaleza. Se podría argumentar que la objetividad es un modo de evaluación. En tal caso, podemos decir que esa afirmación no se basa en la realidad física tangible que existe allí afuera, sino que es sólo una disposición de la mente humana.

Permítaseme repetir: la objetividad no es un "hecho objetivo" que reside allí afuera. ¿Alguien la ha visto? ¿En un microscopio, o a través de cualquier otro instrumento? Ahora bien, si la objetividad ha de tener su más sólida justificación en la física, entonces sepamos que esta justificación de ningún modo es sólida, no sólo debido al principio de incertidumbre de Heisenberg, sino también porque, a nivel del último análisis, no tenemos manera de validar qué es lo que estamos aprehendiendo mediante nuestras teorías científicas: si lo que existe realmente allí afuera, o el comportamiento de los instrumentos científicos creados a nuestra propia imagen.

En otras palabras, en determinado momento del análisis, cuando accedemos al problema de la existencia de las últimas partículas subatómicas, el basamento (objetivo) de la física atómica se desmorona, y tenemos la impresión de encontrarnos en una situación zen. Nosotros co-constituímos la existencia a través de nuestra percepción; el que percibe es inseparable de lo que percibe. (Ver Fritjof Capra, "El Tao de la Física").

El concepto de objetividad esta inseparablemente ligado al boom de las llamadas metodologías, las que, en las diversas disciplinas, no son más que diferentes maneras de interpretar el mismo mito de la objetividad. La proliferación de metodologías es una amenaza. Si bien quisieron ser una ayuda y un remedio, a largo plazo se han convertido en muletas, en substitutos del pensamiento.

Las preguntas fundamentales ''¿Cómo hay que vivir?'', ¿Cómo son la cosas?'', son esencialmente diferentes de la pregunta "¿Cómo hay que?" (hacer las cosas). ''¿Cómo hay que vivir?" pertenece a la esfera de la escatología, lo cual tiene que ver con las metas últimas. Las metodologías, en cambio, poseen una finalidad específica y temporaria, tienen que ver con los cambios específicos de las cosas o con los modos específicos de manipular los conocimientos.

Cuando la escatología se traduce en, y se traiciona por, metodología, la pregunta "cómo hay que vivir" se convierte en la pregunta "cómo hay que hacer cosas". Esta fue una de las tragedias de nuestro tiempo, o sea, que olvidamos que no existe metodología que pueda dar respuesta a la pregunta "¿Cómo hay que vivir?". La ecofilosofía afirma que es pervertir la escatología traducirla en metodología.

Es pervertir el sentido de la vida humana reducirla al consumo y, por ende, a sus aspectos físicos, biológicos y económicos. El sentido último y la completitud los procuran aquellos momentos singulares en que nuestro ser se encuentra en los dominios transfísicos de la contemplación estética: del enamoramiento, de la profunda iluminación que nos hacen captar cómo son las cosas, de las experiencias religiosas y semirreligiosas.
Todos éstos son aspectos trascendentales del ser del hombre, y por tanto son transfísicos y transobjetivos. Compasivamente, unimos nuestro propio ser con la corriente más grande de la vida. Ninguna filosofía puede triunfar a largo plazo si no intenta comprender la naturaleza y la vida en términos de compasión. Para decirlo una vez más, la vida es un fenómeno comprometido. Al evitar el compromiso estamos evitando la vida. La filosofía que rehuye la vida y el compromiso con día, es parte del proceso entrópico que conduce a la muerte. El deseo de muerte de nuestra civilización se ha infiltrado en sus edificios filosóficos. La ecofilosofía trata de revertir el proceso.

 

III- La ecofilosofía está espiritualmente viva: mientras que la mayor parte de la filosofía contemporánea está espiritualmente muerta. Oh, no empiecen con que primero tengo que justificar en términos físicos mi investigación de la espiritualidad. Porque entonces ustedes no entienden nada de espiritualidad. ¿Cómo podría hacer para hablarles sobre la espiritualidad? Es corno si yo dijera: "Admiren la Afrodita de Knidos", y ustedes me preguntaran: "¿De qué tipo de mármol está hecho ese objeto, cuales son sus propiedades, su composición química?". La Afrodita de Knidos, en tanto fenómeno cultural y espiritual, empieza donde termina el mármol en tanto material físico. Del mismo modo: "El mañana y el mañana y el mañana se arrastra a este paso insignificante de día en día hacia la última sílaba del tiempo transcurrido" evidentemente no es expresión de la ignorancia del poeta en el uso del lenguaje (si le hacemos caso a la filosofía semántica, aquí el poeta está mezclando categorías semánticas inapropiadas y antropomorfiza innecesariamente el "mañana"). El concierto para dos violines de Bach está colmado de sonidos. Pero esos sonidos están ordenados en forma diferente a los de la música pop. ¿Tiene para usted alguna importancia esa diferencia? Si no la tiene, vaya y escuche basura sentimental y repetitiva en vez de música clásica. Si la tiene, entonces usted captó lo que significa espiritualidad.



La espiritualidad es algo difícil de captar, difícil de definir, y frecuentemente difícil de defender. Mucha gente debido a su anterior asociación con las religiones institucionalizadas. Por ello me apuro en tranquilizar al lector diciéndole que estoy empleando el vocablo en un sentido emergente absolutamente nuevo y que tiene poco que ver con el espiritualismo, el ocultismo o las connotaciones dadas por las religiones establecidas. La espiritualidad, tal como yo la entiendo, es un estado de la mente - en verdad, un estado del Ser. En este estado del ser experimentamos el mundo como si estuviera dotado de gracia, porque somos nosotros mismos los que en tales momentos estamos dotados de gracia.
Experimentamos el mundo como un lugar misterioso, elevado, donde estar. Experimentamos el mundo en sus aspectos transfísicos y trascendentes. La primera experiencia espiritual fue aquel primer acto de temor reverencial, cuando el hombre quedó impactado por la belleza y el misterio de la naturaleza. Las religiones tradicionales sin duda incorporan esta forma de experiencia, pero de ningún modo la agotan. Todo gran arte, en su creación y en su recepción, es expresión viva de la espiritualidad humana. La reverencia y la compasión, el amor y la adoración ejemplifican distintas formas de espiritualidad. La contemplación de la gran poesía es una experiencia espiritual par excellence.

Con el fin de trascender su universo meramente biológico, el hombre debió refinar la estructura de su experiencia, su habilidad para dar respuesta a fenómenos cada vez más sutiles, su capacidad para experimentar el mundo a través de su inteligencia activa y de sus sensibilidades progresivamente versátiles. Desde el momento que la evolución alcanzó el nivel cultural, todo acto de percepción y comprensión es un acto de sutil transformación del mundo. La espiritualidad consiste en hacer transfísico lo físico. El mundo experimentado espiritualmente es un mundo en que se magnifica el proceso de transformación activa por medio de la inteligencia y las sensibilidades.

La espiritualidad es, en síntesis, una estructura omniabarcadora para generar nuestra experiencia transfísica - casi un instrumento que le permite al hombre refinarse más y más. Entonces, por una parte, la espiritualidad es un estado del ser - una experiencia peculiar de los agentes humanos que los hace maravillarse ante la gloria de ser humano, o los hace postrarse con compasión o angustia ante otros seres humanos. Por otra parte, vista en la escala evolutiva, la espiritualidad es sinónimo de la propia humanidad, esto es, cuando se la concibe como un medio para humanizar al mono desnudo.

Debe observarse que la concepción de espiritualidad que he esbozado (aunque independiente de las religiones tradicionales y tratada como un fenómeno natural - un atributo de la existencia humana) no excluye el reconocimiento de la santidad, lo sagrado, la deidad o la divinidad como encarnaciones específicas de la espiritualidad. Porque al irse haciendo un ser transbiológico, el hombre necesitó imágenes y símbolos con los que pudieran vestirse sus sueños y sus deseos.
Una vez que tales imágenes y símbolos fueron deificados e institucionalizados en diversas religiones, su presencia - ayudó al hombre a emprender una travesía espiritual más amplia. Contemplando la totalidad de nuestra herencia cultural y espiritual, puede decirse ciertamente que la existencia de lo sagrado y lo divino no ha sido espuria ni circunstancial, sino absolutamente esencial para la construcción del hombre como ser trascendente.

La ecofilosofía está espiritualmente viva, pues día se dedica a las últimas extensiones del fenómeno humano, y estas extensiones estudian la vida del espíritu, sin el cual no somos mucho más que chimpancés saltando de árbol en árbol. La mayor parte de la filosofía actual está espiritualmente muerta, pues se dedica a los problemas y campos de estudio que excluyen sistemáticamente la vida del espíritu. El lenguaje de la filosofía actual, sus conceptos y sus criterios de validez son tales que, por necesidad, deben dictaminar como inválidas e incoherentes las cuestiones relacionadas con la espiritualidad.

Inquirir por la condición del hombre conduce, inexorablemente, a la conclusión de que la búsqueda esencial del hombre es la del sentido. Esta búsqueda del sentido, ya sea a través de las culturas y religiones tradicionales o a través de la ciencia moderna, constituye una búsqueda espiritual; tiene que ver con la comprensión de cómo son las cosas. Por lo tanto, la naturaleza esencial del hombre es tratar de aprehender las estrellas, aun cuando sólo trate de comprender dónde apoya sus pies. Pretender que tales cuestiones últimas residen en el dominio privado de cada individuo es ceder el dominio público a la codicia, la rapacidad, la explotación. Las grandes culturas y las grandes civilizaciones fueron más sabias al respecto.

Algunos filósofos quisieran afirmar que el compromiso con tales cuestiones espirituales, tan importantes como son, no constituye la ocupación del filósofo profesional. Yo quisiera afirmar que ellos están equivocados. La filosofía no se tiene que ocupar en cuestiones pequeñas e insignificantes. Tiene una impresionante trayectoria de ocuparse en cuestiones grandes e importantes. La ecofilosofía tiene el coraje de volver a esas cuestiones importantes.



IV- La ecofilosofía es comprehensiva y holística: mientras que la filosofía actual divide en pedacitos y analiza. La ecofilosofía es comprehensiva, abarcadora, no porque confíe poco críticamente en que puede aprehenderlo y explicarlo todo. Muy por el contrario. Es comprehensiva por necesidad, como resultado de habernos dado cuenta que no tenemos otra alternativa que abordar el mundo de un modo comprehensivo, conectivo y holístico. Buckminster Fuller decía que si la naturaleza hubiese querido que fuésemos especialistas, nos hubiese equipado con un microscopio en un ojo y un telescopio en el otro.

El modo atomístico y analítico de ver las cosas es un modo en el que, casi por necesidad, domina lo trivial, lo fácil, lo obvio y lo físico. La contextura última de la vida requiere un acercamiento (approach) que proponga una diversidad de niveles de profundidad, que suponga que existen cosas que desafían el análisis fácil (el análisis es, en cierto sentido, siempre fácil, pues da por sentado que las cosas deben adaptarse a los instrumentos con que las abordamos), y que también reconozca que éstas son las cosas que en última instancia importan. Toda la escatología es no analítica.

La ecofilosofía, entendida como holística y comprehensiva, constituye una filosofía metódica que es integrativa, jerárquica y normativa - autorrealizadora con respecto al individuo, y simbiótica con respecto al cosmos.

Una de las cuestiones mas delicadas del conocimiento y la filosofía es aquella de la verdad. La ecofilosofía cree que la verdad es un asunto muchísimo mas intrincado que el simple encontrar una descripción adecuada de los hechos dentro del marco de referencia esbozado por el conocimiento físico. Nosotros reconocemos que la verdad consiste en una correspondencia entre la realidad y su descripción. La noción de realidad no puede ser agotada únicamente por los marcos de referencia científicos.

Como todos sabemos, en ecología se presupone un marco de referencia mucho mas amplio que el de la física o la química. Por consiguiente, una mera descripción física o química de los fenómenos no sería suficiente cuando estamos en un marco ecológico. Pero la ecología es el marco de referencia último. La evolución suministra un marco mucho mas amplio, especialmente cuando se incluye en ella la evolución cultural de la humanidad. Por lo tanto, nuestra noción de verdad debe estar relacionada con el marco de la evolución en sentido amplio, no con una descripción estática de las cosas dentro de la "teoría evolutiva" suministrada por la biología molecular, sino dentro de la evolución que despliega, desarrolla y produce formas emergentes absolutamente nuevas.

En última instancia, tiene sentido relacionar la noción de verdad con la escala cósmica, dentro de la cual se lleva a cabo la evolución. Sin embargo, aquí existe un problema: uno debería ser omnisciente para aprehender el lugar que ocupa el fenómeno particular de la evolución que se lleva a cabo en la escala cósmica.
Por consiguiente, debemos tener suma cautela cuando manipulamos la verdad, pues ésta depende muchísimo de nuestra adecuada descripción del concepto de realidad. Quizás se acercaría más a la verdad decir que toda pretensión de verdad es una aproximación, porque hay sólo una verdad sobre todas las cosas. Tal conclusión no ha de ser confortable para aquellas mentes que están acostumbradas a las categorizaciones rígidas y a adscribir la verdad a los hechos particulares. Sabemos bien cuan restringido es el marco físico de la realidad, y cuán restringidas son sus "verdades". La escala cósmica es más difícil de aprehender, y mas difícil de vivir con día. Sin embargo, no es la interpretación difícil de las cosas lo que debe interesarnos sino su realidad última.


 

(continuará)


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