martes, 12 de octubre de 2010

lo nuevo



¿Cómo es posible imaginar lo nuevo?

Esta es una gran pregunta que precisamos formular si quisiéramos que nuestras vidas sean articuladas por una mentalidad democrática. Debemos, por lo tanto, procurar de la imaginación democrática. Tenemos, así, una relación estrecha entre sueño, imaginación y autonomía. Esta última, la definiría como el derecho de imaginar y de inventar nuestros propios deseos.

Pedagógicamente hablando, las artes brindan una posibilidad insustituible, estimulan la imaginación creativa, volviéndonos, absolutamente, permeables para lo nuevo. Representan actos de producción de lo nuevo. Es lo nuevo erotizado por el acto pedagógico. Los cadáveres son poéticamente enterrados.

Las verdades nostálgicas, vencidas por la lucidez de la sala de aula. Las vanguardias regresivas del academicismo por una pragmática poética, afectiva y eficiente. Ya no se trata de hacer discursos sobre el valor pedagógico de una imaginación creativa. Es colocarla en práctica para descolocar nuestra mentalidad del sistema instituido. Es hacer la experiencia de producción de lo nuevo. Es aprender a “ser el hombre nuevo”.

Creo que la línea más sobresaliente de una mentalidad democrática es su predisposición inagotable para la imaginación de lo nuevo, para la recepción de lo imprevisible. Entonces, la poesía (en el sentido de las artes), nos enseña a adquirir una permanente actitud “adámica” frente a todas las cosas del mundo.

Una mirada primitiva, absolutamente indispensable para que el saber recupere su función de turbulencia y singularidad. La visión “adámica” frente al mundo podría ser entendida como una propuesta de constitución del saber a partir de la instantaneidad.


Luis Alberto Warat


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